Gösta Mittag-Leffler y Alfred Nobel |
Rara es la persona que no ha oído
hablar nunca de los Premios Nobel. El Nobel de Química, el Nobel de Literatura,
el Nobel de Medicina... ¿y el Nobel de Matemáticas? El caso es que no me suena
eso de “Nobel de Matemáticas”, dirá más de uno. Es normal, ya que no existe. Y
el motivo es muy sencillo: el propio Alfred Nobel pidió expresamente que no se
instaurara. Cabría ahora preguntarse el por qué el inventor de la dinamita no
quiso que existiera tal premio. Parece lógico que si lo hay en física, química,
medicina, literatura, economía, etc., debería haberlo en la madre de todas las
ciencias que es la matemática. Hoy en día se barajan tres suposiciones para la
inexistencia de este premio.
Anverso y reverso de la Medalla Fields |
Hay quien opina que Alfred no
consideraba las matemáticas como una ciencia aplicada, sino que la veía como
algo más teórico, y él pretendía recompensar a quien proporcionara resultados
que sirvieran para algo. Es una postura que los matemáticos no compartiríamos,
pero que se puede entender. Otros dicen que, simplemente, le tenía manía a esta
ciencia porque desde pequeño la tenía atragantada y jamás se le había dado muy
bien. Algo menos rigurosa esta explicación aunque perfectamente factible.
John Charles Fields |
Pero sin duda la explicación que
más adeptos tiene, imagino que por lo chistoso y morboso de la situación, es la
tercera: Nobel no quiso instaurar el premio de matemáticas porque su mujer le
había puesto los cuernos con un matemático. En concreto se sospecha de
Mittag-Leffler, matemático sueco que además era de los mejores de la época, con
lo que hubiera tenido muchas papeletas para lograr el premio. La situación,
desde luego, sería ridícula: fundar un importante premio y que se lo lleve
aquel con el que tu mujer te ha estado engañando. Está claro que, de ser así,
la actitud del fundador es más que comprensible. En cualquier caso, como digo,
esta teoría no tiene demasiado sustento demostrable, sino que más bien es
aceptada por lo curioso y divertido de la situación. Aunque factible, sin duda,
lo es.
Es por esto que, ni cortos ni
perezosos, los matemáticos inventaron unos premios, la Medalla Fields, que
son equivalentes en cuanto a prestigio, al menos en el gremio, y con una
dotación económica muy similar. Se otorgan cada cuatro años y a su vez en cada
convocatoria se le puede conceder a uno o varios matemáticos distintos. La
medalla física que lo conmemora representa, en el anverso, la efigie de
Arquímedes acompañada de la siguiente inscripción:
TRANSIRE SUUM PECTUS MUNDOQUE
POTIRI
Se podría traducir como “ir más
allá del propio pensamiento y apoderarse del mundo”. En el reverso también se
puede apreciar otra inscripción latina que reza así:
CONGREGATI
EX TOTO ORBE
MATHEMATICI
OB SCRIPTA INSIGNIA
TRIBUERE
Su traducción sería algo así como
“congregados los matemáticos de todo el mundo (los ganadores) son galardonados
en pago de sus distinguidos escritos”.
La única condición impuesta es
que los ganadores no deben de superar los cuarenta años en el momento de
publicar el trabajo por el que opten al premio. ¿Por qué cuarenta años? Pues
porque alguien decidió que a partir de esa edad el cerebro se atrofia y no
tiene capacidad para generar nada destacable. En fin, una opinión muy personal.
De todas formas, al menos los matemáticos ya tenemos un aliciente, tanto
económico como de reconocimiento, por el que buscar nuevos descubrimientos,
aunque siempre nos quedará la espinita de saber que nunca podremos ganar un
Nobel.
No hay comentarios:
Publicar un comentario