En estos días de rebajas recientemente inauguradas los
consumidores se vuelven como locos, y acercarse a los centros comerciales en
busca de un asilo del sofocante calor que atormenta estos días en diversos
puntos del país y fuera de éste para refugiarnos en un área con aire
acondicionado gratuito se nos antoja agobiante y pesado por las aglomeraciones
de gente que se forman prácticamente a cualquier hora del día. Pero esto es
inevitable cuando la despensa y el frigorífico te muestran fácilmente su
esquelética estructura y no deseamos acabar como este mobiliario, por lo que
tomamos el coche y, cual hormiga que se une a la fila india de sus congéneres
en un sentido o en el contrario, nos metemos en la carretera dirección a los
centros comerciales, cruzándonos con quienes, más madrugadores, han realizado
ya sus compras y nos transmiten su satisfacción al huir de tal gentío para
llegar a casa o, quizá, para dirigirse a otro hormiguero comercial.
La gran ventaja de las hormigas es que son capaces de
soportar sobre su pequeña anatomía treinta veces o más su peso, pero nosotros,
los humanos, como no nos dediquemos al culturismo (y no es nuestro caso),
necesitamos de nuestro manejable vehículo para llevar hasta nuestra casa el
relleno para el mobiliario de la cocina (a veces del baño también). Y en días
como estos, como digo, de rebajas y descuentos por doquier, es casi una misión
imposible encontrar un sitio donde dejar el coche, una tarea que en numerosas
ocasiones se vuelve cansina y estresante.
Lo peor no es tener que irse a los confines del amplio
aparcamiento, ni tampoco ver la lucecita verde encendida indicando que hay un
sitio libre y, dirigiéndonos raudamente para conquistar ese trocito de terreno
por unas pocas horas, llevarnos el chasco de que se trataba de uno de los
numerosos emplazamiento para depositar los carros del supermercado una vez
finalizado su uso. Lo peor, como digo, es encontrarte con el que podría ser un
sitio libre para dejar el turismo y ver que un gracioso o mal conductor ha
dejado el suyo ocupando dos plazas. ¡Por Júpiter! ¿Es esto una broma? ¿Hay
alguna cámara oculta? Sí, las de vigilancia del aparcamiento, pero dudo mucho
que sean cómplices del propietario de ese vehículo.
¿Qué trabajo le costaba al conductor estacionar ocupando el
amplio hueco destinado a tal fin? Eso ya es por tocar los colindrones, y
perdónenme la expresión, pero yo soy incapaz de estacionar mi vehículo en una
plaza para minusválidos por respeto a la gente de este sector (y, dicho sea de
paso, por la multa que nos puede caer), pero esta gente, ¿por qué deja el coche
tan mal? Todavía sería medio perdonable si se tratara de uno de estos viejos
aparcamientos por horas del año de la polka, cuando todavía era raro que un
ciudadano podía permitirse un coche y apenas existían los atascos en hora
punta, cuyas plazas eran notablemente más pequeñas. Pero hoy en día los coches
han crecido, y los aparcamientos también, y todos llevamos nuestro coche hasta
los apartados centros comerciales de la ciudad y necesitamos un hueco donde
dejarlo estacionado.
Todos tenemos las mismas necesidades en este caso, por lo
que, desde nuestro punto de vista, el conductor que ocupa dos plazas libres,
cuyo número, y más en estos días, como ya hemos mencionado, es más reducido que
en un martes de noviembre a primera hora de la mañana, una de dos, o no sabe
aparcar y desiste de poder dejarlo como el código de circulación rige, o lo
hace con mala idea y reírse de los que hemos llegado después y seguimos unos
veinte minutos más dando vueltas hasta encontrar a alguien que, casualmente,
abandona su plaza justo cuando pasamos por al lado. Como digo, por tocar los
coj...
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