Roger Federer en Wimbledon 2012 |
Quería comenzar esta entrada felicitando, de forma virtual y
sin ninguna esperanza de que estas líneas lleguen a sus ojos, a Roger Federer
por su victoria en Wimbledom el pasado mes de julio. Es un deportista al que
admiro bastante, tanto como persona, por su humildad y su simpatía, como
tenista, por su elegancia y su saber ganar y perder. Me alegré tanto por su
victoria sobre Djokovic como por su vuelta al número uno del ranking de la ATP después de mucho tiempo.
Así pues, si lees esto, Roger, te doy mi más sincera enhorabuena; si no lo
lees, al menos me quedo con la conciencia tranquila.
Este ligero goce interno me hizo reflexionar sobre la
cuestión que me dispongo a tratar, vaya por delante que de forma exclusivamente
deportiva, y es ese innato patriotismo que nos invade cada vez que vemos un
partido. Parece que estamos obligados, por el mero hecho de haber nacido en
determinado país, a apoyar incondicionalmente a cualquiera que comparta nuestra
nacionalidad y a desear a toda costa su éxito. Bien pensado, esto condiciona de
alguna manera nuestra libertad de pensamiento, ya que da la impresión de que
velar por el triunfo de cualquier deportista o equipo de otro país está mal
visto. A lo sumo se nos permite opinar bien y recompensar con halagos, pero sin
pasarnos, a atletas naturales de lugares lejanos a nuestra querida patria, pero
nunca desear que superen a nuestros ídolos nacionales. Quedaremos perfectamente
mientras nos restrinjamos a frases como “¡Qué bueno es Federer!” o “¡Vaya revés
tiene el tío!”, pero que a nadie se le ocurra decir nada del tipo “Esperemos
que en este partido le gane a Nadal”, porque en ese caso seremos tachados
inevitablemente de antipatriotas.
La selección española "la Roja" en la Eurocopa 2012 |
No hay que confundir mis palabras con el deseo de que
nuestro equipo sea el mejor, practique un juego bonito y nos haga disfrutar.
Una cosa es apoyar a alguien porque realmente lo consideramos bueno en su
especialidad y otra muy distinta es basándose únicamente en su lugar de
nacimiento. De sobra es sabido que cuando se ha enfrentado una selección
española (de cualquier deporte) ante otra, siempre hemos deseado que venciera
la nuestra, aunque el otro equipo esté resultado netamente superior y con mucha
más calidad. Quizá sea un servidor el raro, pero no acabo de entender ese apoyo
incondicional basado exclusivamente en la nacionalidad. La magnitud del
deporte, pienso, se disfrutaría mucho mejor sin estos fanatismos
injustificados. Se puede desear que nuestro paisano juegue mejor, pero, si no
es así, no veo motivo para no disfrutar del juego ajeno y alegrarse por ello.
Comprendo que el aliciente y la tensión con la que se vive un partido es mucho
más motivadora cuando se desea la victoria de uno de los contendientes. Ahora
bien, es importante aprender a aceptar una superioridad en cuanto a calidad en
el juego, no solamente para poder considerarse un buen perdedor, sino para
saborear y exprimir todo lo que nos ofrece esta sana afición que es el deporte.
Rodolfo Chikilicuatre en Eurovisión 2008 |
Unas sensaciones muy similares se me presentan cuando cada
año, regular y puntualmente, veo el Festival de Eurovisión. La televisión
pública y otros medios de comunicación se empeñan en obligar a nuestros
autónomos subconscientes a que han de ansiar el éxito del intérprete español a
toda costa. Parece que fuera un crimen el hecho de que a un buen españolito le
pueda gustar más cualquiera de las veintitantas canciones restantes y, como
jueces justos que pretendemos ser, esperamos ver salir triunfantes a ese
cantante que nos ha puesto los pelos de punta por encima de la canción española
que apenas nos ha llegado.
Es por esto que me gustaría que, si nos consideramos buenos
aficionados a cierto deporte o a cualquier espectáculo subjetivo, no nos
rijamos sólo por la ubicación del club o la natalidad del artista, sino que
intentemos valorar los méritos puramente profesionales de cada cual y,
posteriormente, nos decantemos por nuestro favorito. Yo, por mi parte, me
defino sin miedo como un fiel defensor del tenis de Federer por encima del de
Rafa Nadal.
4 comentarios:
Un buen artículo, como siempre. En mi caso me siento identificado por mi...orientación futbolística puesto que, siendo de Barcelona, soy anticulé -vamos, que quiero que pierda el FC Barcelona-. No es exactamente la situación que planteas pero sí parecida: realmente no entiendo por qué debo apoyar a un equipo sólo porque sea de mi ciudad.
En fin, un saludo :)
Pues sí, es algo parecido a lo que planteamos, da igual que sea el país, la ciudad o el carril-bici.
Ah, gracias por lo de "un buen artículo, como siempre", nos vas a sacar los colores, jejeje.
Y como simple curiosidad, ¿eres periquito o simplemente anticulé?
Muchas gracias por tu comentario!!
Un abrazo!!
Simplemente anticulé
Ok, es curioso, pero es lo que defendemos en la entrada, que cada uno piense como quiera sin que le condicione su lugar de nacimiento. Un abrazo!!
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