He de reconocer que me encantan los sudokus, me parecen unos
pasatiempos geniales para los que nos gusta darle al coco. Además, los hay de
casi todos los niveles, por lo que son adecuados para todas las edades. El
problema es que, como en la mayoría de estos comecocos, existen una serie de
trucos, pequeñas técnicas que uno aprende de forma autodidacta y que son la
clave para concluir con éxito uno de estos rompecabezas. Así pues, uno puede
llegar a cansarse un poco de aplicar las mismas tretas en cuadrados que, en
esencia, son siempre casi idénticos.
Es por eso que me apetecía cambiar de juego sin cambiar de
estilo, algo que siguiera la misma línea pero con algún añadido que le diera un
toque diferente al sudoku. Y es así como descubrí el kakuro, otro invento
japonés que es, en muchas facetas, un calco del sudoku pero con un complemento
que lo hace a su vez algo más complejo e interesante: la suma.
Por dar una descripción por encima del mecanismo, se trata
también de una familia de cuadros en los que hay que colocar números
comprendidos entre el 1 y el 9. En este caso no hay un número fijo de casillas
(en el sudoku es siempre 9x9, salvo variantes extremas), y varias de las
centrales llevarán un número escrito señalando a una fila o columna. Eso significa
que dicha fila o columna debe sumar la cantidad indicada, siempre sin repetir
ningún valor. En esencia, es como un autodefinido en apariencia pero con
números en lugar de definiciones y buscando que las sumas coincidan en todos
los sentidos.
Pondré algunos ejemplos para visualizar mejor la idea.
Imaginen que hay un 4 que indica una fila con dos casillas en blanco. Solamente
hay dos formas de que dos números naturales sumen 4: o bien 1 + 3 o bien 2 + 2,
pero como no podemos repetir valores solamente nos quedaría la primera opción;
eso sí, no se podría saber ahora mismo en qué orden hay que colocarlos. Digamos
que la clave es buscar valores o muy grandes o muy pequeños, de forma que
solamente sea posible una combinación. Por ejemplo, un 10 con cuatro cifras
solamente puede ser 1+2+3+4, o un 24 con tres cifras solamente puede ser 7+8+9.
Como he dicho, la complicación reside en deducir la ordenación de los valores
en cada fila o columna (aquí las diagonales no cuentan).
La verdad es que al menos a mí me resultan bastante más
complicados (y por ende más entretenidos) que los sudokus normales. Quizá sea
por la amplia experiencia que he adquirido con estos últimos o porque, en
efecto, su dificultad es notablemente superior, pero el caso es que me
encuentro en estos días en que busco cualquier minúsculo momento para
estrujarme las neuronas y atacar un kakuro. Imagino que, como con todo, una vez
tenga asimilados y salgan solos los truquitos auxiliares la adicción irá
disminuyendo hasta convertirse en aburrimiento. Para entonces espero que
nuestros amigos nipones hayan ideado alguna otra variante a la que engancharme.
Buscando por la red se pueden encontrar cientos de páginas
donde probar este pasatiempo de forma online y gratuita. De todas formas añado
a continuación un enlace para que el lector pueda pasar un rato poniendo a
prueba sus neuronas. ¡Suerte y a disfrutar!
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