domingo, 10 de junio de 2012

George Winston

Reconozco que soy el primero que cuando oye las palabras New Age se echa a temblar. Pienso en melodías simplonas que por el mero hecho de ir acompañadas de algún instrumento evocando sonidos naturales ya se supone que son relajantes y que deben hacerte olvidar los problemas. Por desgracia pocas veces me equivoco, aunque por fortuna la primera vez que escuché aquella cinta de cassette (ya ha llovido) de George Winston que me grabó un amigo de la familia (¡Gracias, Pedro!) no me dijo absolutamente nada sobre el tipo de música con la que se iban a deleitar mis oídos. Además, no sé si porque así lo quiso el azar o porque este amigo ya me lo había preparado ayudó considerablemente a forjar una gratísima primera impresión el hecho de que las primeras notas que salieron aquellos altavoces ya tan machacados de mi viejo radiocassette fueran aquellos acordes pianísticos en re mayor que denotan el comienzo del celebérrimo canon de Johann Pachelbel. Sí, sé que no es la primera ni la única versión para piano de esta embriagadora obra, pero a medida que avanzaban las corcheas uno podía ir comprobando que no era exactamente el canon, sino unas Variaciones sobre el canon de Johann Pachelbel, que así es como el músico titula esta pieza. En mi humilde opinión, éste es un claro ejemplo de cómo versionar una obra de más de trescientos años en un instrumento y con unos toques relativamente modernos a la vez que clásicos. Hablando desde la más profunda sinceridad creo que la única música que, aunque la haya escuchado (a riesgo de quedarme corto) cientos de veces, cada nueva reproducción me vuelve a poner los pelos como escarpias.

Por contextualizar brevemente el personaje que nos atañe, George Winston es natural de Míchigan, aunque se crió en Montana, región a la que alude en varios de sus discos. Grabó su ópera prima, Ballads and Blues, en el año 1972; en este primer disco se nota muy fuertemente su influencia por los dos estilos musicales quizá más característicos de Estados Unidos, el jazz y el blues. Tuvieron que pasar ocho años para que el mundo pudiera volver a disfrutar de su talento, esta vez con Autumn, el primero de su tetralogía estacional. En éste y en los posteriores álbumes se siguen apreciando pinceladas de los estilos antes mencionados, aunque en una línea mucho menos pura. Es, de hecho, en uno de ellos, December (1982) donde se puede encontrar la obra que mencionábamos al principio de esta entrada. Y, aunque ha publicado más de una docena de discos, es de agradecer que, sin salirse de su cálido y envolvente estilo, son todos ellos muy diferentes y cada uno aporta nuevas melodías.

Si hay algo que hubiera lamentado profundamente no hacer sería no haber asistido a su performance, más aún cuando vino a mi propia ciudad. Estuve a punto de no poder asistir al concierto debido a una leve intoxicación con cierta comida precocinada que no volveré a probar en lo que me queda de vida, pero la ocasión la pintan calva, pues desde entonces George Winston no ha vuelto a actuar en nuestro país y aún seguimos a la espera. Voy a aprovechar unas líneas para denunciar el hecho de que le hicieran actuar en la sala de cámara de apenas unas trescientas localidades de aforo, teniendo la sala principal vacía y con capacidad para más de dos mil espectadores, teniendo en cuenta que en las giras que este pianista realiza a lo largo y ancho de su país natal (y de Japón, tierra en la que habitantes y pianista siente un amor mutuo) la afluencia de público es masiva. Volviendo al concierto al que asistí, cabe destacar que no pierde absolutamente nada con respecto a la grabación de estudio. Es más, el verle interpretar descalzo y con esos exagerados movimientos de brazos y cuerpo produce una sensación aún más trascendente si cabe. Quizá esa forma de tocar con los dedos (sobre todo los meñiques) completamente estirados, en contra de todos los cánones del buen pianista clásico, le da ese toque característico y único a sus sonidos. La única nota "negativa" de dicha puesta en escena fue que todos los asistentes echamos en falta que nos acabara de transportar al nirvana con su exaltante canon, algo que se le solicitó hasta el último bis, pero que no nos fue concedido. En cualquier caso, esto no desmerece para que la performance fuera de matrícula de honor.

Espero que estas líneas hayan avivado en alguno de nuestros lectores la curiosidad por conocer la música de este indescriptible compositor e intérprete. Por desgracia, como cualquier música que se salga de lo estrictamente comercial, es bastante difícil encontrar sus discos por España, aunque gracias a internet podemos conseguir hacernos con ellos. De momento, y para que sirva de muestra, os dejamos un par de enlaces con los que esperamos os decidáis definitivamente conocer más a George Winston.



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